Nuestro miedo más profundo no es el de ser inadecuados.

Nuestro miedo más profundo es el de ser poderosos más allá de toda medida.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta. Nos preguntamos:

¿Quién soy yo para ser brillante, hermoso, talentoso, extraordinario?

Más bien, la pregunta a formular es: ¿Quién eres tú para no serlo?

domingo, 13 de mayo de 2012

Aprendi...


A los 5 años aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.

A los 9 aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.

A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.

A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía mayores todavía en casa.

A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.

A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada.

A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.

A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre, cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.

A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te va a hacer doler la cabeza la vida entera.

A los 30 aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.

A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo.

A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.

A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.

A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama, cuando sobran dos croquetas y elige la menor.

A los 42 aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.

A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día, con solo enviarle una pequeña postal.

A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.

A los 49 aprendí que, si cuidas bien de tus empleados, ellos cuidarán bien de tus clientes.

A los 52 aprendí que sólo llego tarde al trabajo cuando mi jefe llega temprano.

A los 55 aprendí que es absolutamente imposible irse de vacaciones sin engordar cinco kilos.

A los 60 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él.

A los 63 aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.

A los 65 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.

A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.

A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver una pelea.

A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo porqué ir con ellas.

A los 75 aprendí que envejecer es importante.

A los 90 aprendí que te amé menos de lo que hubiera debido.

A los 92 aprendí que todavía me queda mucho que aprender.

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