Nuestro miedo más profundo no es el de ser inadecuados.

Nuestro miedo más profundo es el de ser poderosos más allá de toda medida.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta. Nos preguntamos:

¿Quién soy yo para ser brillante, hermoso, talentoso, extraordinario?

Más bien, la pregunta a formular es: ¿Quién eres tú para no serlo?

lunes, 11 de abril de 2011

El miedo

Los bienes externos y los males carecen de valor, el hombre virtuoso es indiferente a ellos. Lo que nos afecta no son las cosas sino la idea o representación que nos hacemos de ellas, esta es la piedra angular de la actitud estoica, cambiando la mentalidad sobre esa cosa, cambia la manera en que nos afecta, y esto sí depende de cada hombre en particular. Trasportándolo a nuestro objetivo podemos decir, no es tal torneo, situación o rival lo afecta mi rendimiento, es la idea que yo me hago de ellos, cambiando mi representación mental cambia mi actitud. No es el mundo lo que gobierna mis sensaciones, sino que mis sensaciones gobiernan el mundo que percibo.
No se trata de ignorar o desconocer el peligro, sino de filtrarlo, el guerrero de la espada al no tenerle miedo a la muerte disminuye la posibilidad que lo maten, el escalador que vence el temor a la altura tiene menos posibilidades de congelarse frente al vacío y caer, el futbolista con menos pánico de errar el penal es el que tiene más chances de convertirlo. El miedo o la angustia excesiva nos dejan como objetos, la angustia tiende a la inhibición y el terror paraliza.

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